Desde #aten manifestamos nuestro repudio a la resolución del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires que prohibe el uso del lenguaje inclusivo en las escuelas de CABA.

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A continuación compartimos y adherimos no sólo al posicionamiento pedagógico y político de la CTERA sino también al de la Junta Departamental de la Carrera de Letras en la UBA:

“En primer lugar, es importante recordar que no existen las lenguas sin sus hablantes: no existe algo así como un sistema inmutable que pueda ser desacoplado de los usos lingüísticos y sus variaciones; no hay buenxs y malxs hablantes sencillamente porque no existe una gramática correcta establecida de antemano; hay formas de hablar, diversas, que hacen a las gramáticas. El cambio y la variación en las lenguas es la regla, característica constitutiva de su naturaleza, no la excepción. Esos cambios siempre parten desde y se dan gracias a una comunidad de hablantes que los genera y sostiene.

Al respecto, vale aclarar que del mismo modo que no se puede prohibir el cambio, tampoco se puede imponer: el acto de prohibir determinados usos lingüísticos no evita que esos usos sean elegidos y eventualmente impuestos por lxs hablantes. Y, por supuesto, no podemos dejar de mencionar que las restricciones o prohibiciones sobre ciertos usos lingüísticos y no sobre otros suponen valoraciones sociales y estigmatizaciones también sobre sus hablantes.

La lengua no necesita ser preservada ni defendida por ninguna institución; se construye y reconstruye de modo permanente entre, por y para sus hablantes.

Los usos de la lengua siempre son políticos en el sentido más amplio y fuerte de ese término; la intención de prohibir usos lingüísticos también lo es y lejos está de garantizar la libertad. Es extensa la tradición de estudios que muestran la estrecha relación entre el lenguaje y los procesos de constitución de subjetividades e identidades e, incluso, en la naturalización de relaciones de poder.

Respetar los derechos humanos es también respetar la Ley de Identidad de Género y los derechos lingüísticos de las personas en toda su dimensión: cualquier regulación prohibitiva en ese sentido vulnera derechos inalienables que tienen una larga historia de luchas y conquistas como antecedente.

Por último, es nuestro deber advertir como investigadorxs que no existe ninguna evidencia que establezca una relación entre el fracaso escolar o el bajo rendimiento en pruebas estandarizadas y el uso de lenguaje inclusivo de género. Del mismo modo que el uso del desdoblamiento de los géneros masculino y femenino en la resolución emitida por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires no dificulta la comprensión del documento, la variación generada por el uso de formas no binarias no resulta un obstáculo para el desarrollo de las habilidades de aprendizaje de lxs estudiantes. Sería deseable verificar si, en cambio, la desinversión en políticas educativas del Ministerio de Educación de CABA puede explicar esos resultados.

Hechas estas aclaraciones, queremos, además, dejar planteados algunos interrogantes que inviten a la reflexión colectiva: ¿Qué se intenta prohibir cuando se tratan de regular los usos de la lengua? ¿Por qué a un Ministerio de Educación le parece necesario legislar sobre la lengua? ¿Por qué el Estado de la Ciudad de Buenos Aires decide acudir a normas y regulación de una institución colonial como la Real Academia Española para avalar o justificar sus políticas lingüísticas en el ámbito de la educación argentina? ¿Qué proyecciones socio-históricas conlleva una política lingüística prohibicionista y punitivista? No podemos evitar recordar que las peores instancias dictatoriales y autoritarias en la Argentina y el mundo se asocian con intentos de prohibición y censura de usos, variedades y formas lingüísticas. ¿Por qué un gobierno democrático tomaría ese mismo camino?

Las consideraciones hechas en la citada resolución alarman en varios sentidos, sin embargo, creemos que nuestro rol como docentes y académicxs y nuestro compromiso como actorxs políticxs que conformamos la Universidad Pública supone tomar esta instancia no sólo para repudiar cualquier forma de censura o prohibición sino también, y sobre todo, para promover la reflexión, la discusión y la crítica de un sentido común dominante que impregna y naturaliza también las ideas que circulan sobre las lenguas y sus usos. Ante esta coyuntura, es preciso levantar la voz y explicitar una posición clara: los derechos lingüísticos son derechos humanos. De eso se trata, de derechos”.

Tal como plantea la CTERA, esta medida apunta a disciplinar a las, los, les trabajadorxs de la educación, a excluir disidencias y no a favorecer una educación de mejor calidad ni más democrática.

Comisión Directiva Provincial

#aten