En marzo de 1988, la CTERA inicia un plan de lucha. Se exigía, salario único en todo el país, a igual trabajo igual remuneración y Paritaria nacional docente.
Era un contexto de transición democrática: finalizaba el terrorismo de Estado, en donde hubo desapariciones, persecuciones, desintegración de los colectivos sociales, pobreza y marginación.
A fines de los 80 nos encontrábamos con un panorama de fragmentación de situaciones educativas que afloraban en cada jurisdicción: tanto referidas a las condiciones laborales como salariales.
Comenzábamos a demandar como docentes que se discutieran salarios, condiciones laborales y la educación pública para el Pueblo.
Por eso, además se demandaba una ley de financiamiento educativo y una Ley Nacional de Educación.
En el mes de mayo, después de 42 días de paro nacional y provincial y ante la falta de respuesta, la CTERA convoca a una gran marcha nacional, la denominada Marcha Blanca.
Cada compañerx a lo largo y ancho del país se puso su guardapolvo blanco y en unidad, sintiéndose colectivo docente marcharon desde cada rincón del país.
Desde Neuquén partieron los colectivos que llegarían en la Columna Sur hacia Buenos Aires. La memoria de miles en aquella experiencia recuerda el apoyo recibido en cada pueblo donde llegaban lxs docentes. La comunidad educativa, familias de todo el país, expresaban con aplausos, manos extendidas y alegría, su apoyo solidario y comprometido en reconocimiento a la lucha de los guardapolvos blancos.
La Marcha Blanca del 88 es un hito histórico en la lucha de lxs docentes argentinxs: se recupera la unidad y la dignidad como trabajadorxs de la educación. Por eso quedará en nuestra memoria como símbolo de las convicciones que seguimos sosteniendo en defensa de la escuela pública.
“No dejamos de enseñar, enseñamos a luchar” Ctera (1988)
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memoriasmilitantes